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Por Jaime Rozas , 2 de febrero de 2021

Tráfico marítimo en la Patagonia norte pone en riesgo a las ballenas azules

Foto referencial. (depositphotos)
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Investigación científica reveló las amenazas de colisiones con cetáceos en la zona comprendida entre Puerto Montt y Aysén. Según datos de tráfico de embarcaciones, cerca del 83 % del total de las embarcaciones diarias corresponden a operación de la industria acuícola.

Entre Puerto Montt y la península de Taitao, zona preferida por las ballenas azules para alimentarse, se registra un tráfico marítimo que puede llegar diariamente a las mil embarcaciones de todo tipo. Y de ellas, hasta 700 corresponden a embarcaciones asociadas a la actividad acuícola.

Este es uno de los principales hallazgos del estudio titulado “Definiendo áreas prioritarias para la conservación de la ballena azul e investigando la superposición con el tráfico de embarcaciones en la Patagonia chilena, utilizando un modelo de movimiento de ajuste rápido”, desarrollado por un grupo de científicos del Centro Ballena Azul y de la Universidad Austral de Chile, y publicado este lunes en la revista Scientific Reports de la editorial Nature.

Según dio a conocer el Programa Patagonia Austral de la UACh, la investigación consistió en procesar datos históricos de desplazamiento de ballenas con posicionador satelital, a los que se superpuso la capa de datos de desplazamiento de embarcaciones registradas en el Servicio Nacional de Pesca y Acuicultura (Sernapesca), información disponible desde el año pasado gracias a una modificación legal que promueve la transparencia en el uso de datos para el mejor desarrollo de políticas públicas.

“Sabemos dónde están las ballenas, pero también sabemos que su población total es muy baja en esta zona”. Advirtió el Dr. Luis Bedriñana-Romano, autor principal del trabajo. “De hecho, según nuestras investigaciones, alcanzarían entre 200 y 700 individuos, por lo que cualquier incidente de colisión y muerte de estos animales representa una amenaza real a su conservación”. 

Sobre esto, el científico agregó que según cálculos de su equipo la situación es tan crítica que “si muriera una ballena azul cada dos años por causas antrópicas, la tasa de recuperación de la población se vería seriamente afectada y amenazaría su recuperación”.

Riesgo de colisiones

La alimentación de la ballena azul es un proceso que requiere destinar grandes cantidades de energía para encontrar y consumir su principal alimento, el kril. 

El Dr. Rodrigo Hucke-Gaete, coautor del trabajo e investigador asociado del Programa Austral Patagonia explicó que las observaciones de campo indican que cuando las ballenas azules comen, prácticamente sólo le prestan atención a esta actividad. 

“Esto las hace más proclives a ser chocadas por embarcaciones y particularmente durante la noche, cuando, según otras investigaciones, las ballenas se encuentran en promedio más cerca de la superficie producto que su alimento también sube a la superficie”, aseguró el científico.

Hucke-Gaete, reconocido especialista en mamíferos marinos, agregó que para que una ballena se alimente adecuadamente deben darse varios factores de gran magnitud y poco frecuentes. 

“Las ballenas azules comen krill, animales diminutos presentes en gran parte del océano. Pero para que la alimentación sea adecuada debe haber una gran concentración de estos animalitos, lo que ocurre en lugares puntuales donde hay gran productividad primaria y también variaciones de temperatura específicas (frentes termales) que ayudan a agruparlos”.

Dichas condiciones se dan en lugares como el golfo de Ancud, el seno de Reloncaví, la boca del canal Moraleda, en la parte oeste de Chiloé y, se cree, también en la zona de bahía Adventure. 

“En estas zonas hay una gran presencia de industria acuícola, lo que nos obliga a plantear la alerta respecto de lo que ha pasado y podría seguir pasando con colisiones entre embarcación y ballenas”, sostuvo Hucke-Gaete. Bedriñana-Romano, por su parte, agregó que la intensidad de tráfico es tal en esta zona que si se compara con lo que ocurre en tierra, “esta sería equivalente a la Ruta 5 en sus tramos más congestionados”.

Consigna también el trabajo que ya se han producido colisiones fatales en esta área (2009, 2014 y 2017), como también muertes por enredo en centros de cultivo de salmón durante 2007 y 2020. 

Dado los hallazgos del estudio, el Dr. Hucke-Gaete hizo un llamado a los servicios públicos a usar esta información y trabajar en conjunto con los científicos para implementar medidas de protección adecuada. 

“Llevamos 16 años marcando ballenas, pero pese a esto la investigación científica va muy por detrás del avance de sectores productivos como la salmonicultura o el tráfico de embarcaciones turísticas y de carga. Por ello necesitamos aumentar considerablemente el esfuerzo de investigación para proteger a estas especies fundamentales en los ecosistemas de la Patagonia”.

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