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Por Roberto Cadagán , 16 de agosto de 2022 | 18:43Centro de Descubrimiento de la Naturaleza tuvo una semana especial en Valdivia
La entidad organizó un taller con la participación de jóvenes que aprendieron más de las aves que habitan nuestro sur.
El Centro de Descubrimiento de la Naturaleza de la organización valdiviana Alianza Global para Animales y Personas (the.gaap.org), organizó con éxito el taller “Las aves de mi mundo”.
La idea fue acercar a jóvenes, niños y niñas de la ciudad al mundo de las aves a través de los sentidos: escuchar, observar, tocar (en caso de poder hacerlo), para así conseguir una familiarización con la fauna de la región.
En la actividad participaron niñas de la residencia Villa Huidif de Collico y niños de Residencia Ahora, de Máfil, ambos enmarcados en el programa Mejor Niñez.
Mariana Campos, gerente de Comunicaciones de Alianza Global para Animales y Personas, comento a Diario Sostenible que fue una instancia de aprendizaje.
“Fue una aventura de principio a fin, tanto para nosotros como equipo, como para nuestros jóvenes talleristas. Cada uno se llevó aprendizajes que serán muy difícil de olvidar”, señaló.
“En general los niños tienen muchas dificultades con sus relaciones sociales cuando viven en una residencia. El momento de acercarse a personas que no viven en el mismo lugar, es algo muy complejo”, agregó Alejandro Mancilla, terapeuta ocupacional de Villa Huidif.
Para los organizadores del taller fue valioso que las niñas hayan socializado desde el primer día con los tutores a cargo del grupo-. “La semana se transformó en una sucesión de días llenos de aprendizaje, compañerismo y bosque”, dijo Mariana Campos.
“Lo mismo pasó con los niños de la Residencia Ahora. Todos con ganas de recorrer los senderos, escuchar los múltiples cantos, detectar en dónde estaban las aves y claro, ¡aprenderse los nombres!”, agregó.
Para estos jóvenes., niñas y niños, esta fue la primera vez que tenían una guía de campo en sus manos. Todos esperaban con ansias su turno para hojearla a su antojo.
Durante los recorridos de a poco, ya era reconocibles los queltehues, las bandurrias, el canto del chucao y pudieron distinguir al macho y a la hembra de un martín pescador.
“El bosque era tremendo, era bacán caminar ahí. ¡Y cuando fuimos al mercado vimos cómo un lobo marino se comió a un pelícano! recuerda emocionado Antonio, de nueve años, que participó en el taller.
“Las tías no nos acordamos más del dolor de cabeza, del ruido… Es que realmente la naturaleza hace bien”, reflexionó la tía Maria Luisa Silva, una de las cuidadoras de las niñas.
“Conforme avanzó la semana, el fiato entre el grupo se hizo más evidente. Nuestros monitores encantados con la energía de los jóvenes asistentes y satisfechos con esos pequeños detalles que comenzaron a hacerse más evidentes: absolutamente todos, se veían más felices”, destacó Mariana Campos.