Columna de Opinión
Por Roberto Gaete , 21 de diciembre de 2021

Agricultura y desarrollo sostenible

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El director ejecutivo de Tequia Chile, Iván Vega, nos cuenta cómo con innovación es posible transformar cualquier tipo de desecho orgánico en fertilizantes para suelos agrícolas.

No cabe duda que estamos en un momento crítico en cuanto a la conservación del medioambiente. Diferentes ámbitos constituyen problemas y a la vez desafíos en la protección del planeta y uno de ellos es la degradación de los suelos. Naciones Unidas ha sido enfática: este es el problema ambiental más importante con que se enfrentan tanto los países desarrollados como aquellos en desarrollo.

Se trata de un escenario grave, especialmente en las naciones de menores recursos,  pues en palabras de la entidad, “la productividad de vastas zonas está disminuyendo precisamente en un momento en que aumenta rápidamente la población y se acrecienta la demanda de tierras para producir más alimentos, fibras y combustible”.  Los eventos climáticos extremos, la deforestación, las operaciones mineras y los incendios forestales, entre otros aspectos, impactan de manera permanente la fertilidad de la tierra. En Chile, en particular, la mitad del país está erosionado, es decir, son suelos no productivos.

La pregunta entonces es, ¿qué podemos hacer frente a esto? Desde mi perspectiva una de las claves está en la innovación. Fue esa convicción justamente la que nos llevó a trabajar 15 años para desarrollar desde Tequia una solución que transforma cualquier tipo de desecho orgánico en fertilizantes para suelos agrícolas. De este modo, logramos convertir un pasivo, como son los residuos e incluso agentes contaminantes, en un activo y acelerar los procesos naturales de transformación de la materia orgánica en nutrientes, que luego sean aprovechados para el crecimiento de vegetación en zonas erosionadas o para potenciar suelos pobres en nutrientes.

El impacto es tremendo. Por un lado, aportamos a la remediación medioambiental permanente o en casos de desastres.  Por el otro, contribuimos a la sustentabilidad económica, entregando a la industria una alternativa de costo mucho menor que el tradicional, en momentos donde el precio de los fertilizantes prácticamente se ha triplicado. Así, desde el sur de Chile estamos contribuyendo con una tecnología de alcance global, que será determinante para el desarrollo sostenible.

La solución ya está creada y disponible, ahora el desafío es masificarla para avanzar en la conservación de los suelos de uso agrícola a partir de la economía circular. En ello, como siempre, será determinante la correcta articulación público-privada y la voluntad de las autoridades para que las normativas faciliten la implementación de estos nuevos caminos en lugar de entramparnos en burocracias que desvíen el foco.

Seguir evolucionando en esta senda es prioritario. Tal como han indicado las entidades referentes, es crucial preparar y poner en práctica políticas y programas amplios para la recuperación de las tierras degradadas. Desde Chile innovamos en pro de ese objetivo, sintamos orgullo y mostremos que hacer las cosas diferente y mejor, es posible.

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